Menos drama, menos humor negro y tramas indefinidas. La tercera temporada de 'Orange Is The New Black' rebaja su tono en muchos aspectos, perdiendo cierto brillo y asentando una estructura totalmente coral aunque se despide hasta el próximo verano con un cliffhanger dramático.
¡¡¡Mis ojos, mis ojos!!!
(Sí, esta entrada contiene SPOILERS)
Pero los guionistas han bajado el nivel o, al menos, han jugado con las expectativas creadas tras la fantástica segunda temporada.
Escapar de la realidad
En esta temporada hemos visto a muchas internas que intentan evadirse de la realidad, una huida espiritual de la prisión que conlleva a cierto tipo de locura como en el caso mencionado de las seguidoras de Norma o de absoluta desesperación, como en el caso de Soso; pero también interesantes descubrimientos como el talento literario de Crazy Eyes o la nueva fe de Cindy.
Quizás la maestra de esta huida de lo cotidiano sea el personaje de Tiffany Dogget (Pennsatucky) al negarse a sí misma en su condición de víctima de abusos sexuales, en la trama más áspera y dramática de la temporada.
El personaje de Piper sufre una evolución a lo largo de los 14 episodios, cambiando rasgos de su carácter y convirtiéndose en la figura que quiere ser y que casualmente, le cuesta su relación con Álex. Su nueva pareja, Stella (Ruby Rose) es tan sólo la constatación de esta separación física y moral. Y, sin embargo, se trata de un proceso lento que concluye en el último capítulo con el consiguiente mensaje que nos dejan los guionistas de cara a la próxima temporada.
Se podría hacer una lectura similar del personaje de Joey Caputo, acostumbrado a terminar velando por los intereses sin que nadie repare en sus esfuerzos ( "No puedes sujetar voluntariamente la puerta y luego enfadarte porque la gente no te da las gracias", le dice otro personaje de su pasado).
Otros dos temas importantes en esta temporada han sido la afirmación de la identidad, a través del personaje de Boo, desde dos perspectivas diferentes: de forma dramática, al escarbar en su pasado y en su relación familiar; y cómica, haciéndose pasar por una ferviente seguidora de una iglesia cristiana radical, cambio de peinado incluido.
La reivindicación de la identidad ha vuelto también de la mano del personaje de Sophie Burset ya que su enfrentamiento con Gloria termina complicando su situación en la cárcel. Curiosamente, es el orgullo lo que les impide a las dos solucionar su desencuentro antes de que el agua llegue al río. Y cuando llega, a quien ahoga es a la transexual de la serie.
Mención aparte merece el personaje de Aleida Díaz. La madre de Daya ha sumado puntos en crueldad y egoísmo esta temporada, una carrera consolidada temporada tras temporada aunque por su perfil secundario no lo parezca. Una lástima que los flashbacks de esta temporada hayan sido más superficiales sin mostrar realmente sus intereses, esa mezcla de envidia, rechazo y dependencia que siente hacia su hija.
Piper, aprendiz de capo
El personaje de Piper sufre una evolución a lo largo de los 14 episodios, cambiando rasgos de su carácter y convirtiéndose en la figura que quiere ser y que casualmente, le cuesta su relación con Álex. Su nueva pareja, Stella (Ruby Rose) es tan sólo la constatación de esta separación física y moral. Y, sin embargo, se trata de un proceso lento que concluye en el último capítulo con el consiguiente mensaje que nos dejan los guionistas de cara a la próxima temporada.
Se podría hacer una lectura similar del personaje de Joey Caputo, acostumbrado a terminar velando por los intereses sin que nadie repare en sus esfuerzos ( "No puedes sujetar voluntariamente la puerta y luego enfadarte porque la gente no te da las gracias", le dice otro personaje de su pasado).
Identidad y orgullo
La reivindicación de la identidad ha vuelto también de la mano del personaje de Sophie Burset ya que su enfrentamiento con Gloria termina complicando su situación en la cárcel. Curiosamente, es el orgullo lo que les impide a las dos solucionar su desencuentro antes de que el agua llegue al río. Y cuando llega, a quien ahoga es a la transexual de la serie.
Mención aparte merece el personaje de Aleida Díaz. La madre de Daya ha sumado puntos en crueldad y egoísmo esta temporada, una carrera consolidada temporada tras temporada aunque por su perfil secundario no lo parezca. Una lástima que los flashbacks de esta temporada hayan sido más superficiales sin mostrar realmente sus intereses, esa mezcla de envidia, rechazo y dependencia que siente hacia su hija.
Esta temporada no ha estado a la altura de la segunda entrega pero mantiene sus señas de identidad y siga mostrando algunas genialidades como la escena del lago de Trust No Bitch, el último episodio: una secuencia cargada de simbolismo (la redención, la sensación de libertad, el agua como elemento purificador de dejar atrás una vida y de empezar un nueva etapa) para las presas de Litchfield.
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